Resumen y comentarios de un cursante sobre el módulo 1 del Diplomado en Logoterapia en línea – José Luis Iso
Por: José Luis Iso
Aunque he leído bastantes libros de Viktor Frankl y de otros seguidores suyos logoterapeutas, me he animado a hacer esta diplomatura porque me ayudará a hacer una síntesis sobre la logoterapia. Lo he deseado muchas veces, pero casi todos los cursos se realizan en fin de semana, justo los días en los que no puedo participar, dada la naturaleza de mi trabajo de sacerdote. Me alegré cuando vi anunciada esta diplomatura, y hasta ahora me agrada mucho.
Tras haber estudiado el primer módulo, me animo a hacer este sencillo trabajo, aunque no sé si responde a lo ustedes pretenden.1.- Contexto
Estamos viviendo en una sociedad que nos impulsa a mantenernos en la pura superficialidad, en medio del ruido, de las prisas, de falta de comunicación interpersonal auténtica, del estrés. En este ambiente resulta difícil la escucha de las voces de nuestro interior, de nuestra propia conciencia. Volcados hacia afuera y viviendo la vida a un ritmo vertiginoso, somos incapaces de gozar de lo más hermoso y lo más valioso que tenemos: nuestra propia persona, lo que somos de verdad.
Como dice Viktor Frankl, perdimos el instinto, que, como seres animales que somos, nos guiaba en la vida. Y hemos perdido cada vez más las tradiciones que nos muestran lo que tenemos que hacer en los distintos momentos. Y como consecuencia, podemos caer fácilmente en pensar y actuar como lo hace la mayoría, y pensar y actuar como otros quieren que lo hagamos.
En esta sociedad occidental tan materializada, “líquida”, guiados por la fuerza de las masas, en un relativismo feroz, en la que la persona ha dejado de ser el centro en favor de la tiranía economía y del mercado; donde el placer inmediato, el tener, el sexo sin espíritu ni trascendencia ni amor se presentan como el objetivo y meta; esclavos de la industria del consumo (Zygmunt Bauman)… vivimos en plena crisis no sólo económica, sino crisis de los valores más humanos y espirituales
Todo esto les impide a muchas personas pensar por su cuenta y escuchar los interrogantes más profundos de todo ser humano. No tienen tiempo para ello y, además, no interesa. En realidad prefieren no pensar ni escuchar, porque hacerlo nos puede complicar la vida y nos produce miedo y malestar. Se dejan llevar por los cantos de sirena que les ofrecen lal felicidad por caminos que no llevan a ninguna parte, o mejor: por caminos que nos llevan a la experiencia del vacío, la desgana, la tristeza, la sensación de fracaso vital
Pero la vida nos presenta de vez en cuándo situaciones inesperadas como el dolor, la muerte de un ser querido, fracaso económico… en las que surgen las preguntas: ¿Qué es la vida? ¿Quién soy yo? ¿Por qué del dolor y de la muerte? ¿Por qué y para qué estoy viviendo? Pasaron millones de años en los que yo no existía. Pasarán otros millones de años en los que yo tampoco existiré, pero la vida continuará en nuestro mundo. ¿Qué significo yo? Existo como fruto de muchas casualidades: ¿qué sentido tiene todo esto?
Deseamos y necesitamos ser felices, pero ¿cuál es el camino para llegar a ello? ¿Qué precio hay que pagar para conseguirlo? ¿Es posible? Y si no fuera posible, ¿para qué vivir?
Es alarmante el número de personas, muchas de ellas jóvenes, que llegan a la conclusión que no merece la pena seguir viviendo soportando la sensación de vacío y de sin-sentido de la vida
Las estadísticas de suicidio en el mundo son preocupantes: un millón de personas se quitan la vida cada año, y se multiplica por veinte el número de personas que lo han intentado.
Después de la primera guerra europea Viktor Frankl salió al encuentro de muchos jóvenes desencantados de la vida tras la experiencia de las consecuencias devastadores de la guerra. Abrió junto con otros compañeros sus centros de escucha y acompañamiento ayudándoles a que descubrieran que la vida tiene sentido sea cual sea la situación en la que se vive. A lo largo de su vida fue descubriendo que otros muchos jóvenes, incluso universitarios de buena posición socioeconómica y personas de éxito en su profesión, vivían la misma situación: lo tenían todo, pero les faltaba un qué para vivir.2.- Viktor Frankl
No trato de dar muchos datos sobre la vida de V. Frankl, sino los justos para comprender su trayectoria.
Siendo todavía niño de muy pocos años Viktor Frankl, al descubrir una noche que él, como todos, también tenía que morir, saltó aterrorizado de la cama preguntándose: “Si todos hemos de morir, ¿qué sentido tiene la vida?”. Siendo estudiante adolescente escuchó a sus catorce años a un profesor de historia natural que explicaba que la vida no es otra cosa que un proceso de combustión y oxidación. En total desacuerdo con el maestro, se levantó y dijo: “Si es así, ¿qué sentido tiene la vida?”.
Siendo estudiante de secundaria presentó a Sigmund Freud uno de sus artículos, que poco más tarde apareció en una prestigiosa revista Internacional de Psicoanálisis.
Fue discípulo de Freud en su formación psicoanalítica. Siempre ha reconocido a su profesor como un genio y como padre de la psicología, pero se separó de él porque no estaba de acuerdo con su visión de la naturaleza del ser humano.
Después fue discípulo de Adler, que fundó la psicología individual, cuya meta era la superación del complejo de inferioridad y adquisición del poder. Poco a poco fue superando esta visión y separándose de la psicología individual, por lo que terminó siendo expulsado de esta escuela.
Para él el hombre no es un ser totalmente condicionado y determinado por sus instintos de vida (sexuales), o sus instintos de muerte. El sentido de la vida tampoco consiste en adquisición de poder.
El ser humano es un ser libre, aunque no sea una libertad total y aunque esté sujeto a condicionamientos. Y el ser humano es un ser responsable, es decir, está llamado a responder adecuada y responsablemente a las preguntas que la vida nos presenta en las diversas situaciones y acontecimientos. Su motivación principal es “la voluntad de sentido”, porque la vida tiene sentido, y ese sentido puede ser encontrado. El sentido no está en el placer ni en la homeostasis (Freud). Tampoco se encuentra en el poder (Adler). La vida consiste en trascender, es decir, salir de mí al encuentro de algo que no soy yo, hacia una tarea noble, o hacia valores creativos, hacia la entrega en el amor a una persona, o hacia el encuentro con el Trascendente (que para mí es Dios). Y para mejor comprenderlo nos presenta el ejemplo de la vista y del ojo humano. Si al mirar el exterior veo algo de mi propio ojo, tendré que ir al médico porque algo del ojo no funciona bien. Así debe ser mi trascendencia, darme del todo, generosamente, sin reservas..La vida viene a ser como una bola de nieve que, conforme va rodando, va creciendo, haciéndose mayor, hasta llegar y fundirse con el Ser Trascendente.3.- La prueba del holocausto
Como miles de judíos, también Viktor Frankl fue víctima de la barbarie inhumana de los nazis. Había comenzado la persecución contra ellos. Él era muy consciente de su destino si decidía permanecer en Viena, pero, aunque tuvo en sus manos la posibilidad y la ocasión de emigrar a EE UU, optó por unirse al destino de sus padres y hermanos y de todos sus compatriotas judíos, y aceptó libre y responsablemente compartir su destino. Una vez más, ésta fue la respuesta a la situación que la vida le ofrecía en esos momentos.
La experiencia de Frankl en los campos de concentración durante tres años es como un foco radiante de luz y de sentido de la vida que ilumina y llena de esperanza a toda persona que se acerca a él en todos sus escritos.
En su libro “El hombre doliente” cita a Nietzsche: “El problema no era el sufrimiento en sí, sino el hecho de que no había respuesta a su grito de protesta” (Citado por J. Fabry) Como todos sus compañeros de exterminio, y como todos los que en momentos duros y difíciles por el sufrimiento nos preguntamos: “¿por qué me sucede todo esto a mí?”, “qué he hecho yo para merecer esto?”, él también se interrogó en tantísimas ocasiones de crueldad y de desolación-límite en las terribles circunstancias de su vida en el campo de exterminio. Pero incluso en medio de la frustración y de la tragedia llegó a encontrar y realizar el sentido de su vida.
Muchos fueron los que, desesperados y hundidos, se tiraban contra las alambradas electrificadas y así terminaban con sus vidas y sus sufrimientos. Viktor Frankl, en cambio, encontró su sentido dándose en ayuda de los demás, compartiendo sus vidas y sufrimientos, acompañando y animando sin cesar, poniendo luz en aquella terrible oscuridad, y hasta compartiendo su escaso trozo de pan duro, que recibían para todo el día como único alimento, con aquel prisionero compañero desesperado que lo necesitaba más que él.
Como sacerdote y psicólogo, he tenido la ocasión de recomendar a muchas personas la lectura de ese magnífico libro que él escribió al salir liberado de esos campos de tortura: “El hombre en busca de sentido”, y que tanto bien les ha hecho. En cualquiera de sus páginas presenta párrafos y situaciones que animan y ayudan a superar los momentos de crisis y a encontrar también nosotros el sentido de nuestra vida. Él nos demuestra, no sólo con sus palabras sino sobre todo con sus hechos, que hasta en la situación más desesperada es posible encontrar un sentido para vivir. Es cierto que muchos se degradaron hasta límites insospechados en una persona humana, pero también otros muchos, por contradictorio que parezca, llegaron a encontrar el gozo profundo que, aún en medio de situaciones límite del sufrimiento y del dolor, les hizo sentirse personas plenamente realizadas y satisfechas.
La experiencia de los campos de concentración confirmó plenamente su visión de la vida y del ser humano.Aplicación
Los sociólogos señalan el egoísmo como uno de los síntomas típicos de nuestra sociedad europea. Preferimos encerrarnos en nosotros mismos, en el círculo estrecho de nuestras familias y desentendernos de lo que pueda suceder a los demás. Pensamos que son los políticos y las instituciones sociales o religiosas quienes tienen que ayudar a quienes lo necesiten.
Los medios de comunicación nos presentan los dramas terribles de tantas familias, de tantas personas, de pueblos enteros que tienen que huir con lo puesto porque sus vidas peligran. Nos enteramos de tragedias sufridas incluso muy cerca de nosotros. Todo esto nos conmueve en el momento, pero justo al momento siguiente la TV nos ofrece un programa de chismorreo, o un partido de futbol, o unos montajes de propaganda de objetos que “ofrecen la felicidad”, o películas de violencia y sexo… Y nuestra conmoción se diluye al instante como el azúcar dentro del café.
El Papa Francisco nos alerta continuamente de la situación de indiferencia de nuestra sociedad ante los sufrimientos de miles de personas y ante la extrema necesidad de tantas personas víctimas de la violencia o de enormes injusticias.
Buscamos para nosotros el bienestar material, lo que nos ofrece el progreso en sus últimas ofertas, compramos y almacenamos bienes que nos sobran y que ni siquiera necesitamos. Pensamos que el camino para ser felices está justo en las antípodas de lo que Viktor Frankl nos propone: para muchas personas el camino de la felicidad está en tener de todo y en vivir del placer. Pero está claro que estos caminos nos llevan en dirección contraria.
¿Quién no ha tenido alguna vez la ocasión de ayudar a alguna persona amiga? Quizá para ayudarla hemos tenido que abandonar nuestros planes, emplear de nuestro tiempo, negarnos a algo que nos tentaba más o hacer algún pequeño o mayor sacrificio. Pero una vez realizada la ayuda ¿no hemos experimentado mayor alegría y más paz en nuestro interior? ¿No hemos encontrado en ello la satisfacción por haber dado la respuesta adecuada a lo que la vida nos pedía en esas circunstancias?
Durante 40 años me he dedicado a trabajar como orientador en distintos colegios. Y el argumento que he empleado para ayudar a muchos chicos y chicas ha sido precisamente éste: ayudarles a que experimenten que precisamente van a sentirse más contentos de sí mismos cuando han sido capaces de ser responsables; es decir, que, después de haberse negado al capricho del momento para realizar lo que su conciencia les pedía, se pregunten a sí mismos cómo se encuentran, cómo se sienten.
Descubrí a Viktor Frankl en la universidad de los salesianos en Roma, UPS, hace ya 30 años. Durante este tiempo he leído 11 libros suyos, y algunos de otros autores. Y su lectura casi siempre me hacía relacionarla con muchos pasajes del Evangelio. Trascender, sentido de la vida, sentido último y sentido del momento, entrega, felicidad, alegría…
Jesús de Nazaret vive para los demás, se entrega hasta el fondo. La gente, sobre todo la gente pobre y enferma, sale en muchedumbre a los caminos cuando se entera que Jesús va a pasar por allí. Quieren escuchar su palabra, porque para ellos su palabra es vida. Pero Jesús les deja de lado cuando un ciego, un leproso, un pecador se acercan a él, o le gritan desde lejos pidiendo su ayuda. En casi todos estos casos su esquema de actuación es el mismo: les mira, se detiene, se acerca, escucha, les toca les perdona y los cura. Cada una de estas palabras es todo un método o tratado de relación de ayuda. Su vida es un continuo trascender, salir de sí en entrega a los demás. Todo su mensaje se resume en amar y perdonar.
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