Resumen y comentarios de un cursante sobre el módulo 3 del Diplomado en Logoterapia en línea – José Luis Iso Chavarren
Por: José Luis Iso Chavarren
Reflexión sobre el Vacío Existencial en la Vida Religiosa.
He intentado hacer una reflexión de lo mucho que la logoterapia me ha ayudado e iluminado, y lo sigue haciendo, en mi vida religiosa y sacerdotal. Lo hago a la luz de los conceptos de estemódulo tercero. Todo ello me ha servido también para compartirlo con profesores y compañeros de nuestro colegio y de mi Fraternidad. Tridimensionalidad y unidad de la persona humana La persona humana es un ser tridimensional: dimensión física o biológica, dimensión psicológica y dimensión espiritual. Normalmente la psicología se ha centrado en las dos primeras dimensiones, la biológica y la psicológica-social. Pero se ha olvidado de la tercera, la dimensión espiritual, que es la dimensión propia y exclusiva del ser humano; Víctor Frankl llama dimensión noética, que incluye el amor, las preguntas sobre el sentido de la vida, la capacidad de trascender, el arte, la libertad, Dios… La dimensión espiritual es lo que distingue a los seres humanos de todos los demás seres; es lo que lo define como persona. El ser humano es un ser integrado por estas tres dimensiones. Y en el centro de la persona podemos colocar a la dimensión espiritual. No se trata de dimensiones geográficas separadas, sino un concepto que puede ayudarnos en la descripción y funcionamiento de nuestro ser. Todas ellas están integradas formando unicidad de la persona. Gracias a su dimensión espiritual el ser humano puede plantearse metas en la vida y buscar y realizar su sentido. Para ello se sirve de las otras dos dimensiones: biológica y psicológica, formando con ellas un ser único e irrepetible. La dimensión espiritual capacita a la persona humana para hacer frente a sus propios impulsos, instintos y deseos, negándose a la realización de los mismos en aras de conseguir el sentido de su vida y las metas que se haya propuesto. La logoterapia se apoya en estas tres columnas: el ser humano es un ser libre, la vida tiene sentido, y el sentido es posible encontrarlo. El ser humano se realiza en la medida en que busca y realiza el sentido o significado de su vida. La motivación más importante de la persona consiste en la voluntad de sentido. La vida es trascender: salir de sí “hacia algo que está fuera de mí y que no soy yo”, darse. Ese algo es el amor a una persona(darse); o entregarse en la realización de una tarea noble, con sentido (darse); o buscar y darse al ser Trascendente (Dios). De modo que “quien tiene un sentido para vivir es capaz de superar cualquier cómo” (Nietzsche). Conforme uno va dándose, olvidándose y saliendo de sí mismo, en el amor o en la entrega a algo o a alguien, se va realizando como persona auténtica. La persona realizada es aquella que responde libre y responsablemente a cada situación o interrogante que la vida le presenta. La realización del sentido, pues, no es hacer preguntas a la vida, sino acertar a escuchar, discernir y responder las cuestiones e interrogantes que la vida nos presenta en cada acontecimiento. Cada respuesta es una experiencia personal, libre y responsable. Hay experiencias fuertes que pueden enfocar y transformar una vida. Pero no basta con una de ellas. La vida es un constante caminar y constituye una serie continua de interrogantes y acontecimientos que nos piden la respuesta sin cesar. Hablando en términos de fe, las preguntas de la vida pueden ser consideradas como los “signos de los tiempos”, por medio de los cuales Dios mismo se nos manifiesta y nos interpela hacia un estilo de vivir y de responder. Podemos ver cómo San Francisco de Asís fue descubriendo y escuchando esos “signos de los tiempos” o interrogantes de la vida dentro de sus propias experiencias personales, de los acontecimientos que se le iban presentando en cada momento, de sus situaciones de dolor, de incomprensión, de dudas y abandonos. Siempre fue respondiendo con la actitud de apertura y de entrega total a Dios. Él ha encontrado a Alguien por el que vivir (Sentido último) y se ha volcado en Él. Dimensión espiritual según Viktor Frankl Para Victor Frankl: “lo espiritual es lo libre en el ser humano, escapa a lo biológico, aunque esté unido a ello. La persona es un ser espiritual en el sentido de que trasciende su dimensión física y su dimensión psicológica, y la vive de muy distinta manera que otro ser carente de inteligencia espiritual. Puede distanciarse de sus pulsiones primarias y de sus necesidades impulsivas; puede abrirse a necesidades ajenas, superando su ego y buscar, por encima de su propio placer, el placer del otro. Es capaz de amar, de darse, de buscar el bien del otro por encima de sus propias apetencias. La inteligencia espiritual. faculta para amar más allá del instinto posesivo. Libera al ser humano del orden de sus necesidades, y por eso lo convierte en persona. “La dimensión espiritual impulsa a plantearnos cuestiones e interrogantes existenciales y a vivir experiencias que trascienden los límites habituales de los sentidos, que conectan con el fondo último de la realidad y nos acercan al descubrimiento del verdadero potencial de cada uno. Mueve a buscar la plenitud, al perfecto desarrollo de nuestro ser, a la profundidad y al sentido de lo que hacemos, padecemos y vivimos. Manifiesta una profunda aspiración a una visión global de la vida, de la realidad que integre, trascienda y dé sentido a la existencia.. Esta dimensión ocupa un lugar central dentro de la unidad de la naturaleza humana, central y dominante. Ella da todo el carácter de la personalidad y de la auténtica individualidad y hace que todos los estratos estén penetrados de ese carácter” “La inteligencia espiritual nos abre a las preguntas últimas, que van más allá de las posibilidades de las demás inteligencias. Son preguntas que, si no se las reprime ni coacciona, nacen espontáneamente en la persona. No tienen respuesta 3 de la ciencia, pero no son absurdas ni estériles, sino que nacen de un dinamismo profundamente arraigado en el ser humano, insaciable voluntad de saber. Estas preguntas pueden entrar dentro de estos siete bloques: a) Preguntas por el propio yo, su realidad, su fundamento último: ¿Quién soy yo? b) Sobre el destino futuro, la inmortalidad personal y el propio modo de ser después de la muerte. ¿Qué será de mí? c) Sobre el propio origen, el yo del pasado y lo que queda o no de él, enigma del nacer, la propia razón de ser: ¿De dónde vengo? d) El sentido de la vida, el ser de las cosas, la realidad y la ficción, el enigma del universo y el secreto de la vida: ¿Cuál es el sentido de la vida? e) La finalidad de la vida y el universo entero, el para qué de todo: ¿Para qué todo? f) El origen del mundo, por qué último de todo, el sentido del pasado y la historia de la vida: ¿Por qué todo? g) La posibilidad de un Dios, el misterio del mal en el mundo, nuestra hipotética relación con Él: ¿Existe Dios? ¿Dónde encontrarlo?” Todo ser humano lleva dentro la inquietud por encontrar su sitio en la vida, su por qué y su para qué. Descubre en el fondo que él mismo es un misterio en el que hay que ahondar. De vez en cuándo surgen en su interior preguntas sobre el sentido de su vida, preguntas que a veces se hacen molestas e intenta alejarlas de sí mismo, pero ahí están. Gracias a su idimensión espiritual se cuestiona su propia existencia en nuestro mundo, la finalidad que tiene su vida, el significado y el sentido de la misma. Y se pone en búsqueda de respuestas que le satisfagan. Voluntad de sentido Víctor Frankl afirma que la motivación primera, más fuerte y decisiva, del hombre es precisamente la búsqueda del sentido de su vida. Freud nos dirá que la motivación fundamental en el ser humano es la satisfacción del instinto de vida (sexual) y el de muerte (agresividad y destrucción). Pero Freud estudia y describe la esencia de los “sótanos” de la persona humana. También los animales experimentan esa necesidad. Adler, también antiguo discípulo de Freud, señala como motivación primera la voluntad de poder, y su opuesto -el complejo de inferioridad-. No deja de ser una necesidad enormemente importante en el ser humano, sobre todo en su dimensión relacional y social. Frankl, en cambio, sin negar la importancia de los anteriores, se centra no en las bajeras del ser humano, sino en las alturas: en aquello que es exclusivamente propio del ser humano, aquello que lo distingue de todos los demás seres vivos. Y lo característico del ser humano es su dimensión espiritual. Esta dimensión no se refiere solamente al terreno religioso y a la creencia en un Dios, sino que es algo más amplio. Y en esta dimensión espiritual, la motivación fundamental que mueve a la persona humana es la búsqueda de sentido o de significado del hombre. 4 A la luz de esta teoría, hoy podemos descubrir y analizar la situación de muchas personas que no encuentran o que han perdido precisamente el sentido de su existencia. Muchas de ellas parece que lo tienen todo: cultura, títulos universitarios, éxito en sus negocios, riqueza, popularidad y fama dentro de la sociedad. Pero les falta precisamente un qué para vivir, una meta o razón por la que merezca la pena la vida, el esfuerzo, y todo lo que poseen. En el fondo se sienten tristes, desengañadas, descontentas de sí mismas, sin ilusión. La sensación más generalizada en muchas personas en la actualidad suele ser esta especie de vacío interior, vacío llamado por Frankl como “vacío existencial” En una sociedad actual que ha desterrado las tradiciones, y que ha puesto en crisis los valores morales, éticos y espirituales, que sólo vive para comprar productos y más productos, y para tener y consumir, fácilmente se puede caer víctima del conformismo o del totalitarismo: vivir y hacer lo que los demás hacen y viven, o hacer y vivir lo que los otros quieren que hagamos y vivamo Vacío existencial Cuando la voluntad de sentido no satisface su búsqueda, o no llega a realizar sus metas y expectativas, se ve frustrada en su misión. La persona se siente desorientada, sin ilusión, sin respuesta al “para qué” de su vida, sin dirección y sin metas que llenen su vida. Viktor Frankl llama Vacío Existencial a esta situación de falta de sentido. Nos dice que “el aburrimiento y apatía son las principales manifestaciones de la frustración existencial, que se han convertido en un desafío tanto para la educación como para la psiquiatría”. Síntomas de este vacío suelen ser: vacío de valores, tristeza, cansancio espiritual, activismo exagerado para tapar la sensación desagradable, agresividad, drogadicción, violencia, actividades de riesgo, cerrarse cada vez más en sí mismo, pérdida de ilusión y de esperanza, consumismo exagerado, llegar a adorar otros ídolos (modas, deportes, fama…)… El vacío existencial en sí no es una enfermedad, no es una neurosis. Se produce o se manifiesta en situaciones de crisis, sobre todo en crisis de naturaleza evolutiva: paso de la infancia a la adolescencia, crisis en distintos cambios de edad, crisis de jubilación. Se produce en toda situación de cambio: cuando la persona abandona el estadio o situación anterior y no domina el estadio o situación que comienza. Pero sí es tarea de la psicoterapia y de la educación: ayudar a la persona a que comience a reconocer el sentido en dichas situaciones, ayudar a formar adecuadamente la conciencia, porque precisamente la conciencia es, según Viktor Frankl, el órgano de sentido. La conciencia es el órgano que intuitivamente ilumina el camino hacia la consecución de sentido en las distintas situaciones en que la vida nos interroga. La 5 conciencia ilumina nuestra libertad para que la respuesta sea libre y responsable. De ahí la gran importancia de los padres y educadores en su labor educadora . Cuando no se abordan estas crisis, se hacen crónicas. Entonces pueden llegar a convertirse en verdadera neurosis: “neurosis noética Neurosis noéticas Cuando el vacío interior llega a un nivel elevado aparecen ya síntomas depresivos que pueden llegar a los intentos de suicidio y hasta el suicidio. No se trata de depresiones neuróticas, puesto que no es un trastorno físico, sino que se trata de “neurosis noética”, es decir, que afecta al sentido, al logos, a la dimensión espiritual. En un congreso de psiquiatría realizado hace pocos años en Burgos, el comentario entre los psiquiatras detectaba fuertemente este fenómeno. Uno de ellos, director de un prestigioso hospital psiquiátrico, comentaba la incidencia cada vez mayor de casos con estos síntomas, para los que, según él, la psiquiatría no tiene solución. No hay medicinas que lo curen o lo mejoren, ya que no es enfermedad somática, sino existencial. Decía que son muchos los jóvenes que se acercan a la consulta en esta situación dolorosa, y que, incluso, comienzan a detectarse estos síntomas en niños. El vacío existencial es doloroso y la persona intenta por todos los medios de silenciarlo o anestesiarlo. Son muchos los que tratan de huir de esta situación refugiándose en drogas, en activismo feroz, metiéndose en líos y en actos violentos. Necesitan acallar y silenciar sus síntomas a base de ruido externo continuo: música ruidosa, noticias, Tv, internet, etc., porque no pueden soportar el silencio. El silencio hace que uno se escuche a sí mismo más fácilmente, y eso es lo que se trata de evitar a toda costa. En realidad, se vive en la superficie de la vida, huyendo continuamente de sí mismo, metido de lleno en la vorágine del ajetreo, utilizando continuos disfraces hasta el extremo de que llegan a confundir el sí mismo con el disfraz continuamente utilizado. Todo esto, si no se trata con la ayuda psicológicaespiritual logoterapéutica, lleva a la persona a la ruptura de sí mismo, al fracaso y hasta el suicidio Vacío existencial en la Vida Religiosa La Vida Religiosa está formada por personas que, tras un largo tiempo de búsqueda, formación, reflexión, acompañamiento de personas formadas, y oración, descubrieron el sentido de sus vidas en la entrega total a Dios y a los demás. Fue un acto de generosidad y de profunda emoción e ilusión. En este marco hicimios nuestra profesión religiosa. 6 Durante los primeros años resulta fácil vivir esta entrega con alegría y hasta con satisfacción personal. Todo salía bien. Conectábamos con facilidad con las personas que nos rodeaban o acudían a nosotros en búsqueda de consejo y de formación. Nuestro trabajo pastoral enganchaba bien con los distintos grupos parroquiales. Y hasta podíamos caer en el peligro de regodearnos por el éxito. Poco a poco iban apareciendo las distintas crisis, sobre todo en tiempos más recientes: – Problemas de relación con algunos religiosos con quienes convivíamos en nuestra fraternidad. – Destinos de cambios de lugar que nos parecían erróneos e inadecuados, dados por los superiores. – Escasa comunicación a niveles más profundos y personales. – Experiencia de soledad. – Sensaciones de fracaso en nuestra labor pastoral en la crisis religiosa de secularización, abandono de la fe en tantas personas, incluso muy cercanas a nosotros. – Después de tanto trabajo,entrega e ilusión en la catequesis, no se ve una mínima respuesta positiva. – No acertar con el qué hacer y cómo hacer. – Sentirte incapaz de responder en muchas ocasiones ante esta situación. – “Yo ya no valgo”… La respuesta de muchos religiosos, incluída la mía, ha sido en algunos tiempos lanzarse a una actividad total: horas y horas de lecturas, preparación, trabajos en grupos, contactos con unos y con otros con los que me sentía más comprendido y cercano. De esta manera me parecía tapar la sensación de vacío, de cansancio, de desilusión de tristeza y ansiedad. Hasta que comienzas a darte cuenta de que lo que estoy haciendo es huir, escapar, engañarme a mí mismo. Desde hace unos años he leído varios libros de Viktor Frankl y de otros logoterapeutas, que me han ayudado y me siguen ayudando muchísimo en estas crisis. Me han ayudado a darme cuenta de que la solución no está en tapar la crisis, sino en abordarla con autenticidad para encontrar el sentido al que me llaman. He visto con claridad algo que parece de perogrullo, pero que es esencial: la vida religiosa, si no es religiosa no tiene sentido: sería una contradicción. Un día, hace ya bastantes años, descubrí con claridad el sentido de mi vida: entregarme a Dios y a los hermanos; y así lo hice. Pero esta respuesta no basta para siempre, sino que hay que continuar respondiendo con responsabilidad a lo que me dicta la conciencia ante cada situación. Las situaciones que se me presentan en cada momento de la vida son “signos de los tiempos”, como nos dice el Concilio Vaticano II. Y descubro que la respuesta que se me pide es “volver a Dios, Volver al Evangelio”, nutrirme de esa fuente de Vida que Jesucristo. Sin momentos de oración íntima, la vida religiosa tiene poco sentido. 7 Fenómenos como la secularización, la crisis generalizada, la crisis de fe en Dios, la crisis en la Iglesia y la descristianización actual podemos considerarlos como verdaderos y urgentes signos de los tiempos, situaciones que nos interrogan y piden nuestra respuesta. Son muchas y complejas las causas de todos ellos -internas y externas a nosotros-, y muchísimos los estudios que se realizan y que nos iluminan sobre su naturaleza y sus repercusiones sociales, religiosas y eclesiales.Nosotros no podemos olvidar su naturaleza de “signos de los tiempos”, es decir, signos con los que Dios nos habla expresando su urgencia y pidiendo nuestras respuestas, colectivas y personales. Nos podemos preocupar y hasta desanimar por la situación actual en lo que nos toca más de cerca: abandono masivo de la fe, escasez alarmante de vocaciones, situación de nuestras órdenes religiosas, envejecimiento dentro de la vida religiosa en general y en particular, desprestigio social de todo lo que suene a fe, religión, Iglesia…. Tenemos motivos más que de sobra para preocuparnos. Pero en el fondo de todo ¿no es una verdadera gracia de Dios? Si la Vida religiosa no es fundamental y vivencialmente religiosa, entonces es una contradicción en sí misma. Y una vida contradictoria en sí misma no puede generar paz interior, ni ilusión, ni alegría, sino, en el mejor de los casos, mediocridad y actitudes de ir tirando. La nueva evangelización comienza indispensablemente por la necesidad de que cada uno de nosotros afrontemos con valentía y autenticidad nuestra propia situación personal. El sentido de la vida en un religioso no puede ser otro que el de la persona que sale de sí misma, va trascendiendo día a día en su entrega generosa y respondiendo así a las llamadas de la vida de cada momento, hasta llegar al Trascendente y darse plenamente a Él. Esto lo hemos realizado palpablemente en el acto de nuestra Profesión religiosa. La profesión no es el final, sino el comienzo de otra etapa de nuestra vida en la que continuamos saliendo de nosotros mismos y entregándonos a Él, y abriéndonos a escuchar y discernir los signos -que se convierten en interrogantes que Dios nos hace por medio de lo que acontece en la vida y en la historia actual- por los que Él nos habla. Cada respuesta dada por nosotros es un avance en la calidad de nuestra vida y de nuestra realización personal. Nuestra respuesta a los Signos de los tiempos hoy Fenómenos como la secularización, la crisis generalizada, la crisis de fe en Dios, la crisis en la Iglesia y la descristianización actual podemos considerarlos como verdaderos y urgentes signos de los tiempos, situaciones que nos interrogan y piden nuestra respuesta. Son muchas y complejas las causas de todos ellos -internas y externas a nosotros-, y muchísimos los estudios que se realizan y que nos iluminan sobre su naturaleza y sus repercusiones sociales, religiosas y eclesiales. Nosotros no 8 podemos olvidar su naturaleza de “signos de los tiempos”, es decir, signos con los que Dios nos habla expresando su urgencia y pidiendo nuestras respuestas, colectivas y personales. Nos podemos preocupar y hasta desanimar por la situación actual en lo que nos toca más de cerca: abandono masivo de la fe, escasez alarmante de vocaciones, situación de nuestras órdenes religiosas, envejecimiento dentro de la vida religiosa en general y en particular…. Tenemos motivos más que de sobra para ello. Pero en el fondo de todo ¿no es una verdadera gracia de Dios? Estamos tocando con las manos la realidad pastoral desde hace ya unos cuantos años y es palpable la consecuencia y el resto de un cristianismo sociológico, de masas, de fe superficial, sin formación religiosa, centrado en ritos a veces con mentalidad mágica, secularizado. Los sacramentos de iniciación en gran parte de los cristianos que nos rodean siguen siendo actos puramente sociales, sin descubrimiento ni convicción, ni vida interiores. y allí se termina todo. Se ha roto la cadena de transmisión de la fe que hasta hace unos años funcionaba automáticamente en nuestra sociedad. La familia y la misma sociedad socialmente cristiana se encargaban de ello. Se puede decir que bastaba ser español para meterse automáticamente en una cultura cristiana, con unos signos cristianos y con unas prácticas cristianas. Los pasos en la evolución de la vida de cada uno venían marcados por signos cristianos. Esto se ha cortado. Muchísimos de nosotros venimos de esta transmisión sociológica de nuestra fe. Si analizamos nuestra vida franciscana, podemos preguntarnos con sinceridad: ¿Nuestra vida es verdaderamente religiosa? Si la Vida religiosa no es fundamental y vivencialmente religiosa, entonces es una contradicción en sí misma. Y una vida contradictoria en sí misma no puede generar paz interior, ni ilusión, ni alegría, sino en el mejor de los casos mediocridad y actitudes de ir tirando. La nueva evangelización comienza indispensablemente por la necesidad de que cada uno de nosotros afrontemos con valentía y autenticidad nuestra propia situación. Esto es lo que nos ha pedido repetidamente el papa anterior, Benedicto XVI. Es más, él, como otros teólogos que abordan la Vida Religiosa, llega a afirmar que, en el fondo, la situación interna de nuestra Iglesia es de crisis de fe. El sentido de la vida en un religioso no puede ser otro que el de la persona que sale de sí misma, va trascendiendo día a día en su entrega generosa y respondiendo así a las llamadas de la vida de cada momento, hasta llegar al Trascendente y darse plenamente a Él. Psicológicamente hablando, en la medida en que uno va apartándose del sentido de su vida, van apareciendo síntomas que son la alarma interior: falta de ilusión, falta de alegría, mediocridad, insatisfacción personal, descontento de sí mismo -que a veces proyectamos en los demás-; y en casos más avanzados aparece la amargura, sensación de fracaso, sensación de vacío interior. Estos síntomas no son una desgracia, ni una enfermedad, sino que son la voz interior de cada uno de nosotros que nos llama a la respuesta, a la acción y al cambio personal. 9 A partir del Concilio Vaticano, en esa especie de fiebre por el cambio, algunos de nosotros pudimos inclinarnos casi totalmente por la vertiente activa de la vida: los pobres, las obras de enseñanza, las parroquias en las que organizábamos cantidad de actividades, los jóvenes, etc. Y hablo por experiencia personal: caímos algunos en un activismo hacia fuera, relegando la oración a un segundo o tercer plano, o abandonándola muchos días. Se crearon nuevas formas de vida: pequeñas fraternidades en la frontera social, colegios, aumento de parroquias, obras sociales, etc. Se hicieron cosas hermosas y muy válidas. Pero varios de mis compañeros, también muy válidos, llegaron a perder la fe. Algunos, por pura gracia de Dios, pudimos rectificar y caer en la cuenta de nuestra situación interior. Yo estoy cada vez más convencido de la urgente necesidad de volver y potenciar más la contemplación y la oración en nuestra Orden. Los estilos de vivir en nuestros tiempos son muy propicios para esta crisis interior en toda la sociedad, también en la vida religiosa. En la cultura del producir, del consumir, del aparentar, de tener más que los demás, y de la superficialidad, es muy fácil caer en las consecuencias de una vida carente de sentido y en el vacío interior. Y muchas de las formas de afrontarlo suelen ser engañosas: superficialidad, ruido exterior e interior, refugio en la drogadicción, adicciones de distinta clase, creación de nuevos ídolos (deportivos, moda, medios de comunicación, famosos de la música, cine, TV; mundo de los negocios, activismo, violencia, actividades de riesgo…intentos de suicidio y suicidio). Es inútil intentar escapar de la realidad de nuestro interior para silenciar su propia voz.