Comentario de un cursante sobre el módulo 5 del Diplomado en Logoterapia en línea – José Luis Iso Chavarren
Por: José Luis Iso Chavarren
I.- Trabajo sobre la Triada Trágica
El ser humano se encuentra a veces frente a situaciones o temas existenciales que afectan a todos.
Se llama triada trágica porque todo ser humano se enfrentará en algún momento de su vida a estas realidades: culpa. dolor, muerte.
Acompañar, ayudar, y guiar a la persona a decir sí a la vida , aun en situaciones trágicas, como son las que componen la Triada Trágica, fueron los grandes objetivos de la vida de Viktor Frankl.
Estos temas me resultan muy importantes y muy interesantes, porque atañen muy directamente a lo que también para mí es el sentido de la vida. Como sacerdote y religioso capuchino dedico mi vida a acompañar y a ayudar a quienes llaman a nuestras puertas buscando paz, buscando el perdón y buscando a alguien que les escuche tanto dolor y oscuridad en sus vidas.
Hoy en día el sacramento del perdón y el confesionario son lugares de encuentro y de escucha respetuosa y profunda. A ellos acuden precisamente para encontrar comprensión y luz que oriente tantas vidas rotas. Aquí palpamos la realidad de la vida y la realidad de lo que la logoterapia llama Tríada Trágica: Culpa, Dolor, Muerte.
Todos somos personas falibles, nos equivocamos con frecuencia y nos seguiremos equivocando. Por eso experimentamos y nos sentimos tantas veces culpables por nuestras actitudes y acciones equivocadas o torcidas de nuestra vida
No somos omnipotentes, sino personas vulnerables y débiles. De ahí que el sufrimiento y el dolor nos acompañen tantas veces en nuestra existencia.
Y hay otra realidad palpable de la que nadie puede escapar: topamos con nuestra condición de seres finitos, no estamos aquí para siempre. Por eso debemos enfrentar esta realidad misteriosa que es la muerte.
“El ser humano ha de hacer frente al hecho de haber fracasado, de sufrir y de tener que morir un día” (V. Frankl)
“¿Todas estas realidades tienen algún sentido?” Es la pregunta que tantas veces surge desde nuestro interior ante estas realidades de la Triada Trágica. ¿Tiene sentido el tormento de la culpa nacida de un pasado que no podemos cambiar? ¿Tiene sentido una vida torturada por el sufrimiento? ¿Tiene sentido la vida si todos tenemos que morir? -pregunta de Viktor Frankl ya en su niñez-
Es hermosa y enormemente liberadora la visión de Viktor Frankl ante la triada trágica. Y más aún cuando él mismo ha experimentado los horrores y situaciones límites y dramáticas propias de los campos de concentración, y ha sido capaz de encontrar en ellas el sentido para su vida.
Todas estas realidades de la triada trágica son oportunidad y ocasión de encontrar un sentido para la vida.
Cuándo tiene sentido la triada trágica:
– La culpa: tiene sentido si mi actitud ante ella me lleva a realizar un cambio en mi interior, a ser más y mejor persona
– El dolor: cuando mi actitud ante él me hace ser más humano, me lleva a madurar como persona y me hace más solidario con quienes sufren.
– La muerte: si acierto a ver en ella un estímulo que me hace actuar para aprovechar mejor mi vida, sin dejar para más tarde lo que puedo y debo realizar hoy respondiendo a la situación que la vida me presenta.
1.- CULPA
Tipos de Culpa:
– Culpa Neurótica o fantasiosa: La persona se imagina que ha causado algún daño, pero en realidad no lo ha hecho. La situación no estaba en sus manos. Esta culpa hay que trabajarla en el consultorio para deshacerse de ella, Es muy común y muy frecuente.
Para muchos toda culpa es neurótica, no hay culpa real. Pero veremos que V. Frankl afirma que sí existe la culpa real, como veremos a continuación.
– Culpa circunstancial: Las circunstancias de la situación impulsaron a la persona a actuar de un modo del que después se arrepintió.
Ésta es la culpa más frecuente.
– Culpa real: La persona hace el mal a conciencia, con premeditación. Se da plenamente cuenta de ello. La persona actúa deseando hacer daño, desde la maldad.
Cuál es el tratamiento para la culpa
– Culpa neurótica: su tratamiento se debe hacer en el consultorio, por medio de un profesional.
– Culpa circunstancial: Pasos:
1º) Primero de todo: identificar la circunstancia que le movió a actuar. Normalmente son carencias, heridas, necesidades no resueltas o no satisfechas, necesidad de pertenencia…… Es necesario hacerse cargo de ellas: separar y entender esas circunstancias.
2º) Reconocer aquello de lo que la persona se responsabiliza. Se trata de un trabajo interior: cuál fue mi equivocación, qué fue lo que me impulsó. Cuáles son las carencias que me lanzaron , las heridas y necesidades no satisfechas adecuadamente: temores, autoestima baja, necesidad de pertenencia al grupo… Se trata de reconocer las circunstancias y trabajarlas.
3º) Responsabilizarse, hacerme responsable y reparar en la medida de lo posible el daño ocasionado.
– Culpa real: La persona hace un daño siendo consciente de ello, con conciencia de que lo que hace está mal. En este caso se trata de que la persona transforme la culpa en responsabilidad.
1º) Reconocer y asumir que su actuación no fue correcta. Asumir el daño que hizo. No huir ni evadirse de ello.
2º) Arrepentirse: “El arrepentimiento no borra la culpa, pero libera al culpable”. El arrepentimiento es un acto de conciencia y de dolor de haber hecho un daño a alguien. Para un cristiano, como dice V. Frankl, es el efecto terapéutico de la confesión. Y es una realidad muy frecuente en el confesionario.
3º) Reparar el daño: Se trata de pedir perdón a la persona dañada, si es posible. Esto es algo que sana mucho a las personas que viven la herida causada por el dañador. Si no es posible hacerlo con la persona dañada, sí se puede hacer de forma simbólica a otras personas.
Cuál es el sentido de la culpa: el sentido es que la persona culpable crezca en conciencia y en responsabilidad: crecer en humanidad.
Evitar un posible equívoco: Frankl: “En psicoterapia debemos ofrecer ayuda, no quitar responsabilidad”: No se trata de dañar a la persona sino de ayudarle; no de quitarle su dignidad.
En estos casos la dignidad consiste en: asumir el error, reconocerlo, pedir perdón, reparar el daño en lo posible.
2.- DOLOR, SUFRIMIENTO
Es éste un tema central en logoterapia.
Tras la dramática experiencia de su vida como prisionero en los campos de concentración, Frankl dedicó su vida precisamente a atender al “hombre doliente”, título de su precioso libro. Por lo tanto, no es un trabajo teórico el que él realizó, sino que lo realizó durante toda su vida con la autoridad de quien se siente avalado por la experiencia de prisionero en los campos de exterminio nazi.
Nos dice: “El debatirse el hombre con lo que el destino pone ante él es la misión más alta y la verdadera finalidad del sufrimiento”
Actitudes frente a las situaciones límite
El hombre puede encontrar sentido en ellas: cuando no son el final en el que todo se termina, sino cuando hacemos de ellas un motivo, una tarea, un medio para algo noble. No son el final, sino el comienzo de algo que merece la pena.
1º) Posturas extremas no sanas
- Misticismo: consiste en dar la responsabilidad y el poder a otro. No todo está en Dios
- Positivismo práctico: es una especie de negación. Se prefiere no hablar de ellas, es como si no pasase nada.
- Excentricidad: ¿Por qué a mí? Lo que me sucedió no tiene que ver conmigo. Los límites son injustos.
2º) Afrontar con dignidad lo que pasa, no avergonzarme de ello.
- Aceptarlo, enfrentarme a ello, tomar postura. Comprenderlo y aceptarlo. No es inhumano, sino que nos hace más humanos.
- No es el final, sino el comienzo de algo. Y yo soy quien decide cómo hacerlo.
- Son una ocasión de autoconocimiento, porque son como un espejo en el que podemos vernos tal y como somos.
- Constituyen una ocasión para cuestionarnos y realizar cambios en nosotros mismos.
- La logoterapia alienta al que sufre y anima a decir sí a la vida en cualquier situación.
Dos visiones del ser humano: Según Viktor Frankl
- Homo faber: Realización en el éxito como tener, producir, hacer, status social…
- Homo Patiens: se realiza en el sufrimiento. Ahí actúa el máximo grado de trascendencia. Ve y vive el dolor como oportunidad de realización.
Esta postura del homo patiens no es masoquista. No se trata de buscar el sufrimento por el sufrimiento. Es más, el dolor hay que evitarlo cuando es evitable, y no hay que buscarlo en sí mismo.
Se trata de aportar los valores de actitud para responder al dolor inevitable. Responder a la vida con los valores de actitud me hace capaz de vivir con un “optimismo trágico”, comparación hecha por V. Frankl. Él mismo eligió vivirlo con este optimismo y además con gran sentido del humor.
¿El sufrimiento es un fracaso?
La falta de éxito (el del homo faber) no significa falta de sentido. Aún más: el ser humano crece como ser humano en el dolor, más que en muchos éxitos.
El homo faber pone la felicidad y el éxito en las riquezas, reconocimiento social, status elevado, poder, control, buena imagen, fama, salud…
En cambio, él considera fracaso en alguna pérdida, enfermedad, sufrimiento, pobreza…
Poco a poco puede darse cuenta de que la felicidad y la plenitud no se puede comprar con ningún dinero, sino que viene como consecuencia de algo muy distinto y mucho más humano: en trascender, salir de sí hacia valores creativos, valores de experiencia y, sobre todo, valores de actitud: en amar a alguien, ayudar, darse, servir, en tareas nobles. Pronto ve que esos valores que persigue en el tener, control, poder, fama, prestigio social, status… le conducen a esa sensación de vacío interior, vacío existencial. Y también, cuando pierden alguno de esos pseudovalores, se desmoronan, se sienten vacíos.
Visión de Frankl
La plenitud se vive en la trascendencia: salir de sí hacia el amor, servir, bondad, (valores trascendentes, contemplación, y valores de experiencia).
El verdadero éxito y la verdadera plenitud no se adquieren directamente, se nos escapan entre los dedos si pretendemos comprarlos. Son consecuencia de una vida llena de sentido.
El éxito, pues, es consecuencia de la plenitud.
Cuando se vive la vida en plenitud, llena de sentido, también se vive la plenitud en el sufrimiento y el dolor, y en las pérdidas. Es más, vemos en ellos la oportunidad y la ocasión de crecer como personas, de ser más humanos, y de vivir nuestra dimensión espiritual que nos lleva al sentido verdadero de la vida. Además, entonces nos sentimos plenamente libres, sin miedo ni angustia.
Además, vivido así, el sufrimiento hace que descubramos la tensión sana del ser humano: es la tensión que nos impulsa a caminar desde lo que hoy somos hacia y hasta lo que podemos y estamos llamados a ser. Esa tensión nos motiva a movernos y caminar con paso decidido a lo que estamos llamados a ser. Freud veía la realización de la persona en la homeostasis. En cambio la pone en la tensión del ser humano de crecer y llegar desde lo que soy hasta donde puedo llegar a ser. La vida por lo tanto es un continuo caminar, cambiar y avanzar para mejorar continuamente.
Dolor como síntoma
El dolor en nuestro cuerpo es un síntoma de que algo no funciona bien en él. La fiebre es una señal que anuncia la existencia de alguna infección. No se trata de combatirla directamente, sino de centrarnos en nuestra enfermedad o en nuestra infección, en lo que hace producir la fiebre. Si atacamos directamente a la fiebre, podemos empeorar.
En el campo anímico-espiritual, el sufrimiento es también la señal que nos lleva a tomar medidas para vencer la apatía del alma, nos anuncia que interiormente algo no funciona bien y que hay un peligro psicológico o anímico espiritual.
Testimonios
– Lo verdaderamente insoportable de un sufrimiento es un sufrimiento sin sentido (Nietzsche)
– Sufrimiento sin sentido = desesperación (V Frankl)
– El sentido del sufrimiento depende del motivo por el que aceptamos ese sufrimiento con dignidad.
– El sentido no está en el qué, sino en el cómo se vive.
3.- MUERTE
Para muchas personas la muerte constituye el gran absurdo. Todos los seres humanos experimentamos ya en la profundidad de nuestro ser la necesidad de vivir, porque sin vida no somos nada. Ante esta realidad surgen muchas preguntas.
Viktor Frankl, ya en su niñez, llegó a preguntarse: ¿Qué sentido tiene la vida si un día hemos de morir? Y en esta pregunta podemos adivinar el nacimiento de la semilla de la logoterapia. Durante muchos años dedicó tiempo para reflexionar y profundizar sobre esta realidad de la muerte.
- Frankl llega al convencimiento de que la muerte no quita sentido a la vida, sino todo lo contrario: le da, le añade sentido.
- Si no existiese la muerte, la vida sería muy distinta. Dejaríamos para un futuro, aplazaríamos a más tarde nuestras respuestas a los interrogantes que continuamente nos plantean las distintas y sucesivas situaciones que vivimos; no aprovecharíamos las oportunidades que la vida nos presenta; y el ser humano no llegaría a realizarse nunca. La muerte nos dice que el tiempo de la vida es limitado, tiene fin. Por eso debemos aprovechar las oportunidades de sentido y la realización como seres humanos.
- Por tanto la muerte es un estímulo, un acicate para la vida
- La vida tiene más sentido si me hago consciente de que mi tiempo es limitado. Por eso puede crear, experimentar, amar, y vivir los valores de actitud.
- Viktor Frankl dice: “La muerte solo da pavor a quien no sabe aprovechar el tiempo que le es dado para vivir”.
- La muerte es el motivo eficaz para la responsabilidad del hombre. Impulsado por este motivo ve la importancia que tiene el responder y realizar en cada ocasión el valor adecuado, el sentido de la situación concreta, ya que no puede dejarlo para más tarde
- Cada momento y cada situación son distintos y completamente nuevos, son irrepetibles. Por eso no debemos desaprovecharlos, porque ya no vuelven, son fugaces.
- Cuando elegimos libremente una de las muchas posibilidades que la situación concreta nos ofrece, las demás se eliminan, y la elegida deja de ser posibilidad para convertirse en realidad, y además, realidad inmortalizada. Y esta realidad se conservará para siempre.
- “Haber sido es la forma más segura de ser”. Lo hecho no se pierde en el pasado, sino que permanece para siempre en él. Las obras buenas realizadas son como las columnas que sostienen a la historia de la vida (Frankl).
Por eso, Fizzotti, alumno y colaborador de Frankl, dice que la tarea del hombre es hacer eterno lo que es pasajero por medio de una elección y actualización responsables.
- Mirada la muerte desde esta perspectiva, ya no merece la pena preocuparnos por la muerte, ni preguntarnos por qué he de morir. Ahora la cuestión es que nos ocupemos por vivir incluso ante la muerte. Es decir, que hemos de buscar los valores de actitud
Es hermoso el ejemplo que Elisabeth Lukas nos presenta en la actitud de su madre, enferma de cáncer, ya en el lecho de muerte, rodeada por sus hijos y seres queridos: lo vivió con los valores de actitud, pero no tanto para encontrar sentido, sino por sus hijos. Lo hacía precisamente por ellos, para mitigar el dolor de ellos, más que para mitigar su propio dolor.
Elisabeth Kübler – Ross, la gran mujer y especialista en este tema, revolucionó la manera de ver la muerte, ante las críticas de muchos médicos y teólogos, y la aceptación de otros muchos. Ella esquematizó por primera vez las fases del proceso de duelo:
Proceso de duelo según Elisabet Küler-Ross. Etapas
1º) Fase de Shock y negación
Nos damos cuenta de la pérdida. Reaccionamos con la negación, con ella pretendemos defendernos: “No puede ser, es un sueño, no lo acepto”… La duración de esta fase puede ser de horas, días o semanas. También podemos pasar a ella después de haber pasado a la fase siguiente.
2º) Ira, enojo, ante los demás, ante las reglas, ante nuestras propias creencias, ante Dios. Nos rebelamos internamente. Desde aquí podemos regresar de nuevo a la fase anterior de negación.
3º) Negociación. Negociamos con la vida o con Dios, si nos devuelve lo perdido. Prometemos cuidarnos, cambiar, aprovechar las ocasiones de sentido… Y de ahí podemos volver a la ira y a la negación.
Este proceso no es lineal, sino espiral: pasamos de una fase a otra y volvemos a las anteriores. Y este proceso lleva tiempo, según el afecto puesto en lo perdido. Y cada duelo es único, no hay otro igual.
4º) Depresión tristeza profunda. Es el núcleo del duelo. Somos totalmente conscientes de la pérdida y del vacío que nos deja. Lo he perdido y ya no volverá.
Esta es la fase más difícil del duelo, se vive en soledad. Es la fase que precede a la aceptación. Necesitamos tiempo para llorar, desahogarnos hablando o escribiendo, compartiendo con otros, con lágrimas.
Un reto del duelo es aprender a llorar. No todos son capaces de llorar, pero es necesario. Cuantas más lágrimas derramemos, más lavaremos la pena y más fácilmente llegaremos a la fase de aceptación.
5º) Aceptación. Si hemos vivido adecuadamente las fases anteriores, llegaremos a la aceptación de la pérdida. Sabemos que esa persona que hemos perdido ocupará siempre un lugar en nuestro corazón, la recordaremos siempre con cariño, viviremos el deseo de volver a verla, a encontrarnos con ella. Hablaremos del duelo, de los recuerdos, etc, pero ya sin gran movimiento emocional: hemos superado el duelo y se ha cerrado adecuadamente.
Si después de mucho tiempo no se ha llegado a superar el duelo, hará falta la presencia y el trabajo de un profesional: revisión de la fase en la que quedamos bloqueados y qué está bloqueando.
Sentido de la vida y aceptación de la muerte (E. Kübler – Ross)
En un estudio con 160 personas desahuciadas con menos de tres meses de vida, y en el trato nos dice que los que habían entendido su propósito en la vida o habían encontrado sentido a la vida sentían menos tristezas y menos desesperación en sus últimas semanas que los que no. Esto nos dice que hay una relación entre el sentido de la vida y la aceptación de la muerte.
Es de gran importancia tener un sentido de la vida no solo para vivir mejor, sino también para aceptar más serenamente y con mayor fortaleza el momento de la muerte.
Enseñanzas de E. Kübler – Ross:
La muerte no existe, es solo una transición a otro estado de vida y de conciencia.
- Morir es trasladarse a una casa más bella, se trata sencillamente de abandonar el cuerpo físico como una mariposa abandona su capullo.
- La vida termina cuando hemos aprendido las lecciones que vinimos a aprender. Cuando hemos cumplido nuestra misión.
- Todos podemos tener experiencias espirituales si nos abrimos a ellas renunciando a los juicios.
- Al morir se te preguntará: “¿Cuánto amor has sido capaz de dar y recibir? ¿Cuánto servicio has prestado?” Esta es una gran lección de la vida y del sentido de la vida.
Fases en el proceso de morir, según E. Kübler-Ross
1ª) Experimentar el desprendimiento de nuestro cuerpo físico. Separarnos del cuerpo etéreo que es perfecto y no experimenta dolor ni angustia ni miedo, ni sensación desagradable: tiene la salud perfecta. Puede observar a cierta distancia (2 metros) al cuerpo físico sin vida. Y ver quiénes entran, salen, comentan, qué dicen, que piensan y sienten.
2ª) Cierto tiempo para descubrir que no hay modo de comunicarse con quienes están tratando de reanimar el cuerpo, la persona toma conciencia de que ha muerto.
3ª) Experiencia de que se traslada de un lugar a otro: atravesar un túnel, cruzar un puente… Otros entran directamente a un lugar hermoso, con flores, aroma, música hermosa. Experimenta la presencia de seres queridos que murieron ya antes que nosotros, guías espirituales, ángeles de la guarda que nos acompañan en esa transición.
Nadie muere solo, porque esos seres queridos nos acompañan en el tránsito.
4ª) Percepción de una luz brillante, brillantez que en la tierra no existe y que atrae como un imán. Se acercan a esa luz y en ella experimenta un profundo amor incondicional. Allí se realiza la evaluación de nuestra vida en la tierra: nuestros actos: palabras, pensamientos.
Escucharemos estas preguntas: ¿cuánto amor he sido capaz de dar y recibir?, ¿cuánto servicio he prestado?. Aquí no hay negatividad porque es un mundo espiritual.
Esta evaluación se hace ante un ser compasivo y misericordioso que no nos juzga, y sí nos invita a autoevaluarnos.
II.- ¿Cómo me ha afectado a mí la triada trágica?
He elegido este tema de entre los temas de este módulo porque me interesa particularmente para poder leer con su luz algunos momentos y acontecimientos de mi vida.
- Mi infancia.
Desde muy pequeño viví en mi casa situada frente a la iglesia de mi pueblo. Entré con contacto con la catequesis, fui monaguillo, pertenecí como cantor al coro de la parroquia y el trato que recibí fue siempre muy cercano, agradable, en el que me sentí reconocido y valorado. Pronto despertó en mí el deseo de ser sacerdote, cosa que fue bien vista por mi familia.
Entré en el seminario a los 10 años, con toda la ilusión del mundo. Allí fui muy bien recibido por los educadores y profesores. Los estudios me fueron muy bien. Fui elegido como solista en el coro del colegio, y como actor en las obras de teatro que allí hacíamos con cierta frecuencia en las fiestas señaladas.
Quizá todo esto despertó en algunos compañeros míos una reacción cercana al bullying o acoso escolar, tan desgraciadamente de moda hoy. Lo pasé muy mal durante un par de años. Pero yo me lo tragué todo, lo viví intensamente por dentro, sin exteriorizar nada. Sí que algún educador me ayudó, pero sin éxito. Nadie de mi familia se enteró de ello. Yo ahora me pregunto cómo pude resistir aquello. Quizá lo que me dio fuerza todos los días fue mi elección vocacional para el sacerdocio. Hoy diría que eso constituía el sentido de mi vida, lo que yo aspiraba a ser y lo que me daba fuerza para superarlo.
Todos los días oraba al Señor para que me diera fuerza y pudiera conseguir ser sacerdote. Yo me pregunto: ¿es posible a esa edad que lo que para mí era el sentido de mi vida tuviera tal fuerza?
- Muerte de mi padre a sus 42 años, dejando 6 hijos pequeños –yo, con mis trece años era el mayor de los hermanos-. Dejando también a nuestro cargo a mis abuelos, y a un tío mío paralítico en silla de ruedas, y a otro tío discapacitado.
Viví que en mi casa se había tocado fondo económicamente hablando. Viví el trabajo sobrehumano de mi madre día y noche. Y, sobre todo, viví la unión familiar en el dolor y en la tragedia. Ellos no solo respetaron mi vocación, sino que me animaron a seguir adelante. Así pasamos varios años.
Sentí enormemente esta muerte, pero también puedo decir que todo ello me ha servido mucho para crecer como persona: quizá me hice adulto a una edad de adolescente y juventud. Pero me hizo ver la vida de otra manera y me dio fuerza para enfrentar con serenidad y valor muchas dificultades.
Desde que hace más de treinta años comencé a leer a Viktor Frankl, me entusiasmé con sus palabras y con su vida. He experimentado personalmente que cuando una persona tiene un qué para vivir es capaz de soportar cualquier cómo. He experimentado que lo importante es trascender realizando en cada situación los valores de actitud y la entrega a los demás. Me ha ayudado a respetar y comprender a los demás, porque el dolor también ha sido un maestro en mi vida.
- Ya sacerdote sufrí una caída de varios metros y me rompí una vértebra y el brazo. Estuve varios meses con dolores y con fajas ortopédicas, hasta que me operaron a los dos años del accidente. Una vez operado, me quedé mejor, pero con limitaciones que me impiden realizar algunos trabajos. De nuevo fue la logoterapia quien me ayudó y me sigue ayudando para aceptarlo con paz y con alegría al mismo tiempo. Y doy gracias a Dios porque esos períodos de prueba han sido para mí ocasión y oportunidad para muchas cosas: leer, profundizar, reflexionar en serenidad y profundidad, y crecer como persona y en humanidad.
- He comprobado humildemente que el sufrimiento puede ser una gran oportunidad de crecimiento y de sentido para la vida.