Resumen y comentarios de un cursante sobre el módulo 2 del Diplomado en Logoterapia en línea – Ruth Busto Busto
Por: Ruth Busto Busto
En este módulo, disfruté mucho revisar los antecedentes tanto en la biografía de Viktor Frankl, como en su fundamento psico-filosófico, pues estos, vinculados a su contexto e historia de vida, fueron suelo fértil para la gestación de su práctica psicoterapéutica en Logoterapia.
En un principio, me impactó profundamente el leer en su biografía cómo entre los siete y ocho años, Frankl se sintió abrumado al recapitular que “¿qué sentido tenía su vida, si eventualmente moriría?” Impresionante pensamiento a esa edad y clara muestra de su gran capacidad de introspección y búsqueda de trascendencia. En este punto quisiera compartir que ese dato me recordó una experiencia que viví cuando era chiquita la mayor de mis hijas (ahora de casi 23 años); falleció uno de mis tíos y fue su primer enfrentamiento con la muerte. Lloraba porque cayó en la cuenta de que algún día iba a morir y no tenía ningún control sobre ello; no sabía cómo consolarla.
Me sorprendió enormemente cómo ella podía sentirse tan triste por algo que yo jamás me había cuestionado, no sé por qué… Es como si siempre hubiera sabido que moriremos y no me preocupara. Muy sorprendente que a Viktor Frankl niño le pareciera que su tiempo de vida no lograba darle sentido a su existencia y todo esto me deja en una profunda reflexión.
Tal vez por esto siento tanta emoción al revisar todos los matices del concepto de sentido que nos ofrece la Logoterapia. Es esa motivación que proviene de nuestro interior inherente a la duración de los eventos o años que nos resten de vida; esa motivación que nos llena de satisfacción y que realmente hace que un día más de vida valga la pena; con este acercamiento a la Logoterapia -que espero cultivar toda mi vida- sé que me siento muy agradecida de cada instante que tengo para compartirlo con mis semejantes.
En mi vida cotidiana he encontrado muchísimas aplicaciones de los sentidos de Viktor. Soy maestra, desde hace ya once años y tuve la oportunidad de acompañar a mis alumnos de preparatoria a una práctica social en una casa hogar de niñas en situación de riesgo. Elaboramos nuestro plan de trabajo enfocándonos en el sentido del momento y sentido de vida de la corriente logoterapéutica, mediante dinámicas sobre momentos felices y el poder de nuestras decisiones; les compartimos la biografía y grandes aportaciones de Viktor Frankl y mandamos a hacer playeras con algunas frases sobre búsqueda de sentido. Práctica muy, muy satisfactoria a la que deseamos poder dar seguimiento.
Con mis hijas, siempre comento lo que voy revisando en los módulos de este diplomado, porque siento una enorme motivación al darme cuenta que el servicio a los demás es tal vez lo que más sentido da a nuestras vidas; tener una vida productiva en relaciones interpersonales y logros propios se convierte en el mejor motor para huir del vacío existencial -concepto muy profundo que retoma Frankl de la filosofía existencialista- en que la nada nos embarga y produce la más fuerte de las angustias: El sinsentido.
Estudiar a Viktor Frankl me hace muy feliz, porque me libera de esperar recibir cosas a cambio de la práctica del servicio; la mayor recompensa es el haber encontrado sentido a mi vida y evitarme la profunda desesperación de seguir en la búsqueda, sin lograrlo. Anteriormente había podido definir, por mi experiencia que las personas que no realizan actividades que las motiven no tienen un por qué vivir y creo que es en este punto en que he conectado con esta visión existencial-humanista en que el sentido debe nacer de nuestro interior, gracias al darnos cuenta de lo importante y valioso que es el hecho de estar aquí.
Me llevo de conclusión que vale la pena vivir la vida, en circunstancias más o menos favorables, desdichadas o felices, pues siempre hay un para qué y eso es suficiente para reconocer que a la vuelta de un evento desafortunado queda la esperanza; nuestros momentos felices no se nos pueden arrebatar jamás y mucho menos nuestra capacidad de decidir las actitudes con que enfrentaremos los acontecimientos. Efectivamente, estos no dependen de nosotros, pero sí lo que hacemos con ellos y esa conciencia me parece una enorme motivación.
Me quedo con encontrar siempre la utilidad de nuestras vivencias para compartir lo mejor de nosotros; eso se vuelve como un reflejo que me irradia también a mi la alegría de vivir, que de todo corazón deseo incrementar y no perder jamás.
Sin duda, un momento cumbre en mi vida fue el primer contacto que tuve con el libro de “El Hombre en Busca de Sentido”, hace ya más de diez años y que definitivamente cambió mi vida. Eso lo agradezco profundamente.